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¿Por qué no escuchamos los latidos de nuestro propio corazón?

Salvo contadas excepciones o algunos momentos muy puntuales, no escuchamos los latidos producidos por nuestro propio corazón, cuando por norma general con solo acercar nuestro oído al pecho de otra persona somos capaces de oír el suyo con nitidez ¿por qué el que está en otro cuerpo sí y sin embargo el nuestro no lo oímos?

Pues por una sencillísima razón: para que nuestro cerebro no se vuelva loco ante el sonido continuo de dichos latidos, que se producen continuamente a lo largo de las 24 horas del día (evidentemente en unos momentos acelerado y en otros más pausado).


Un corazón sano late aproximadamente unas cien mil veces al día (cogiendo como media 70 latidos por minuto). Para evitar ese continuo pum-pum del músculo cardiaco el cerebro se encarga de enviar una señal a nuestro sistema auditivo para que quede bloqueado dicho sonido.

Con ello se pretende no padecer la continua molestia de oír todo el rato el latido además de facilitarnos que escuchemos, sin que nada nos interfiera, los sonidos que provienen de nuestro exterior, en muchos casos vitales para nuestra supervivencia.

Hay momentos puntuales o contadas ocasiones en las que una persona pueda escuchar los latidos de su propio corazón, estos pueden ser en el momento de acostarse y apoyar la cabeza en la almohada (que desaparece, normalmente, al cambiar de postura), en momentos de tensión e incluso de sobreesfuerzo (debido a que nuestro cerebro al detectar los latidos acelerados sospecha que estamos viviendo un momento fuera de lo normal y quita el bloqueo auditivo) o porque se padece algún tipo de acúfeno (sensación auditiva no provocada por un sonido exterior) llamado en este caso ‘tinnitus pulsátil’.


Fuente: http://blogs.20minutos.es

9 ruidos extraños que no quieres que haga su cuerpo

Unos indican una patología, otros no, unos nos dejan en evidencia, otros solo los escucha el afectado. Un ascensor lleno, todo el mundo en silencio, y de repente, un rugido de estómago que suena como una bestia salvaje. 

Aunque estos ruidos son la consecuencia natural del trabajo de nuestro intestino, otros como los pitidos en los oídos o los ronquidos pueden resultar muy molestos, bien para nosotros o bien para nuestro acompañante. Algunos van aparejados a dolores o incluso pueden ser síntomas de alguna patología: expertos nos ayudan a saber de qué se tratan y si pueden silenciarse.



Ronquidos

Casi el 40% de la población adulta ronca, según los datos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). Aunque hay factores que los propician, los ronquidos son patrimonio tanto de mujeres como de hombres, sean delgados o entrados en carnes.

Se debe a una “obstrucción de la vía aérea superior”, explica Milagros Merino, miembro de la Sociedad Española del Sueño y coordinadora de la Unidad de Trastornos Neurológicos del Sueño del Hospital La Paz de Madrid. Es cierto que el sobrepeso y la obesidad agravan el problema, “por la acumulación de grasa en los músculos del cuello, que estrecha la vía aérea y dificulta la salida de aire”, contaba a BUENAVIDA Eduard Estivill, director de la Clínica del Sueño Estivill.

Otros factores, como beber alcohol antes de dormir, también hacen más probable una noche de concierto: beber relaja los músculos de la boca y de la garganta y dificulta la respiración, según recoge un artículo publicado en Archivos de Bronconeumología.

Más allá que de la mala noche del acompañante y el mal descanso de ambos, el ronquido puede ser indicador de que algo falla en el sistema respiratorio. Las apneas son “una pausa de la respiración provocada por una obstrucción de la vía aérea superior. Esta puede producirse por una retrognatia [malformación de la mandíbula por detrás del plano de la frente], paladar estrecho, cuello corto o una orofaringe obstruida.

El exceso de peso no es una causa directa, pero puede favorecerla. En las mujeres se diagnostica menos quizá porque el ronquido no es tan ruidoso, pero no sabemos todavía por qué”, apuntaba la neurofisióloga Odile Romero, jefa de la unidad multidisciplinar del sueño del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona.

No hay cura para los ronquidos, pero alguno de los factores que llevan a esta obstrucción se pueden evitar o minimizar. Los expertos ofrecen algunos consejos: adelgazar si se tiene sobrepeso, intantar no dormir boca arriba, evitar las copas a última hora o hacer gimnasia con la boca antes de dormir (tal como le explican en este estudio de la revista Chest).

En casos severos, el médico puede recomendar “dispositivos de avance mandibular, que adelantan la mandíbula para evitar la obstrucción vía aérea, y vencer así el ronquido”, explica Milagros Merino, que desaconseja aliviarlos mediante las famosas tiras nasales.

Chasquido de la mandíbula

Se produce un estallido al abrir o cerrar la mandíbula, al hablar, comer o bostezar. Estos sonidos pueden considerarse "normales durante el desarrollo, sobre todo en mujeres", cuenta Óscar Castro Reino, presidente Consejo de Colegios de Odontólogos y Estomatólogos de España.

En personas adultas, sin embargo, la mayor parte de las ocasiones se debe “a un mal funcionamiento de la articulación por falta de piezas dentales o por la disminución del tamaño de las piezas” algo que, además de sonar puede llegar a provocar dolor. Este malestar podría deberse incluso a un Trastorno de la Articulación Temporomandibular (ATM).

Las causas, según el Instituto Nacional de Salud de EE UU (NIH) son diversas y en muchos casos difusas, pero entre los desencadenantes más comunes se encuentran una mala mordida, la ortodoncia, el estrés o el bruxismo (apretar o hacer rechinar los dientes). Otra de las razones podría ser una mala postura: la tensión provocada en los músculos del cuello y la cara podrían provocar estos ruidos de la mandíbula. Para evitar estos molestos y, en ocasiones, dolorosos movimientos de la mandíbula, los expertos recomiendan evitar el estrés, mantener una postura correcta o controlar el bruxismo con una férula de descarga.

Rechinar de dientes

Este característico sonido se produce como resultado de movimientos “absolutamente involuntarios, consistentes en una contracción de la mandíbula de forma rítmica y un frotamiento fuerte de los dientes, que suele darse con más frecuencia durante el sueño”, indica Óscar Castro, presidente del Consejo de Colegios de Odontólogos y Estomatólogos de España.

Esta actividad de la mandíbula se denomina bruxismo, entre sus causas están las desviaciones en los dientes, factores psicosociales y de entorno (como el estrés), transmisores cerebrales y una disfunción del ganglio basal. Es bastante común en la infancia: la prevalencia en niños se sitúa entre el 14 y el 20%, según un estudio de la Universidad de Québec (Canadá). Una de las consecuencias es una escasa calidad del sueño. “Quienes lo sufren se levantan como si hubieran estado haciendo ejercicio toda la noche, lo que deriva en dolores de cabeza y musculares provocados por la tensión excesiva”. Otra, la pérdida de la guía canina, es decir la correcta alineación de los dientes.

“Lo que significa que podrán deslizarse con más facilidad y seguir desgastando las piezas”. Si el proceso se agrava, alerta Óscar Castro, pueden producirse infecciones e incluso podrían perderse dientes. Las férulas alivian el bruxismo, apelando al concepto de sensibilidad propioceptiva. “Provoca que cuando aparece un obstáculo en la boca inmediatamente se abra para evitarlo”, explica el odontólogo.

Un tratamiento de fisioterapia, relajantes musculares y realizar ejercicios de relajación antes de dormir, como meditación, serían los remedios que propone la doctora Milagros Merino, miembro de la Sociedad Española del Sueño y coordinadora de la Unidad de Trastornos Neurológicos del Sueño del Hospital La Paz.

Estornudos

Al estornudar, el aire sale de nuestro cuerpo a una velocidad de 110 km/hora. En este caso, evitarlos no es la solución. “El estornudo tiene su objetivo: se produce para expulsar un agente irritante que llega a la mucosa nasal”, explica Mercedes Otero Cacabelos, responsable del Grupo de Trabajo de Habilidades de Comunicación de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). El mayor o menor estruendo dependerá de la fisionomía de cada uno: “Si expulsas el aire por un conducto de nariz estrecho, se producirá más ruido que si lo haces a través de conducto ancho”, comenta.

“La velocidad del aire y la presión que genera el estornudo es enorme, por lo que intentar mitigarlo puede resultar perjudicial”, alertaba a BUENAVIDA José Manuel García Moreno, neurólogo del Hospital Universitario Virgen Macarena. Estornudar hacia dentro tampoco es aconsejable, según nos contó el doctor Moisés Robledo, esta acción desplaza gérmenes hacia zonas indeseadas y puede provocar pequeñas roturas vasculares.



Para Mercedes Otero, el estornudo puede disimularse o reducir las consecuencias poniendo la mano en la nariz o la boca, pero poco más; si el irritante ha llegado a la nariz solo se irá tras el estornudo. Este puede ser un producto químico, un cambio de temperatura, una alergia o ser simplemente luz brillante. De hecho, esta última es la clave para provocar un estornudo que no acaba de salir: al menos, si padece usted algo que afecta, según García Moreno, a una cuarta parte de la población: el Síndrome de Estornudos Helioftálmicos Incoercibles Autosómico (ACHOO), que implica que el estímulo de luz le provoca esta convulsión.    

Hipo

Al contrario que el estornudo, este síntoma “no sirve para nada”, opina Mercedes Otero Cacabelos. ¿A qué se debe? “De manera natural, nuestro diafragma se tensa y se relaja de forma totalmente organizada. Cuando por alguna razón se desorganiza, el músculo se contrae de manera espasmódica, lo que produce una salida de aire brusca y a destiempo”, explica. De ahí el ruido y la molesta convulsión.

Habitualmente, lo provoca “un aumento del gas en el estómago que estimula el nervio que inerva el diafragma”, detalla Otero, que considera conveniente evitar las bebidas gaseosas, beber tragando aire o muy rápido. Para deshacerse de la molestia, recomienda “respirar dentro de una bolsa de papel, porque aumenta la presión parcial de dióxido de carbono en nuestra sangre, lo cual ayuda a la musculatura a relajarse y al organismo a eliminar dicho gas, restableciendo un ciclo respiratorio normal.

También, tomar una cucharadita de azúcar o recibir un susto servirían para ‘distraer’ con otras señales al nervio que controla el diafragma”, nos aclaraba la fisióloga Cistina Carrasco. García Moreno añadía que la mejor opción es aguantar la respiración momentáneamente, así como echar la cabeza hacia atrás todo lo que uno pueda: “El diafragma está enervado por el nervio frénico, una rama del vago, que pasa por el cuello; y es posible que al hiperextenderlo cambie de alguna manera el impulso nervioso”. Para conocer más modos de quitarse el hipo, consulte el vídeo que está sobre estas líneas.

Crujido de las articulaciones

No, no tiene por qué deberse a que ya tiene usted una edad. “Es muy común escuchar que nuestras articulaciones producen ciertos sonidos, especialmente los nudillos, rodillas, tobillos, espalda y cuello”, tranquiliza José Tabuenca Dumortier, jefe de Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Quironsalud de Madrid. ¿Por qué se producen? “Una articulación está formada por dos huesos perfectamente engranados, a través de los cuales se realiza el movimiento.

Para que no se muevan en exceso están unidos por una cápsula articular. Al mismo tiempo, para que no rocen los huesos entre sí, están cubiertos de cartílago y en el espacio que queda entre ellos, se encuentra el líquido sinovial de consistencia viscosa. En él, tenemos disueltos una serie de gases (CO2 y O2), que están sometidos a presión. Cuando, por ejemplo, estiramos los dedos, aumenta el volumen entre los huesos y disminuye la presión del líquido del interior, lo que hace que los gases pierden su solubilidad formando una burbuja que al llegar a la superficie explota, produciendo el chasquido; un crujido que puede repetirse 15 o 20 minutos después". Los tobillos al caminar o las rodillas al levantarse de la silla suenan, sin embargo, por “tendones rígidos o inflamados”.

Otras veces, el sonido es una especie de rozamiento y puede deberse al desgaste de un cartílago, como el caso de la artrosis, y suele ir acompañado de dolor. Hay quien se hace sonar los dedos por nervios o incluso porque le genera sensación de alivio. Lo hace “entre el 25% y el 54% de la población”, según el doctor Tabuenca, la mayoría, hombres. “Aunque no hay mucha evidencia de si es perjudicial o no, existen estudios que concluyen que este fenómeno repetido con asiduidad provoca microlesiones en el cartílago articular”.

El traumatólogo apunta varios consejos. Si los sonidos de sus articulaciones se deben a una falta de musculatura, inicie una actividad física “orientada por un rehabilitador o entrenador personal”. Si son consecuencia de resaltes en tendones, “antes de forzar excesivamente la máquina aplique frío, descanse y disminuya las actividades que sobresoliciten el tendón afectado”. Si, por otra parte, se trata de “alteraciones de la anatomía”, podría usar plantillas.

Ruidos en el estómago

El estómago "acumula el gas que tragamos con la comida o la bebida y que habitualmente se elimina con el eructo, que no es más que una contracción provocada por una distensión en el estómago al haber aumentado la capacidad de soportar aire de la cámara gástrica”.

El que no se expulsa a través de este método, continúa su camino hasta llegar al colon y salir del organismo, en esta ocasión, afectado por bacterias y provocando mal olor”, dice Mercedes Otero. En este camino, se producen ruidos como consecuencia de “movimientos intestinales, que no solo oyes tú, sino también los que están alrededor”, asegura.

Estos sonidos se denominan borborigmos y, según el NIH, significan simplemente que el tubo digestivo está funcionando. Los intestinos son huecos, así que cuando tenemos hambre, estos movimientos hacen eco a través del abdomen y suenan más alto.

Un modo de evitarlos es reducir el aire que ingerimos mientras comemos: masticar despacio y repetidas veces nos ayuda a incorporar menos aire a cada bocado, asegura la experta. Más del 90% de los ruidos del estómago (algunos pueden deberse a ciertas intolerancias alimenticias) “son normales, hay que quitarles el sentido negativo. No por retenerlo desaparece; volverá más tarde”, advierte.

Pitidos en los oídos

Este sonido solo es incómodo para quien lo sufre: no lo oye nadie más. Los tinnitus o acúfenos son un trastorno que se manifiesta con múltiples sonidos, ya sean pitidos, los latidos del corazón, el sonido del mar… “Puedes tener todos los ruidos imaginables”, apunta Jordi Coromina, coordinador de la Unidad de Acúfenos del Centro Médico Teknon de Barcelona. Incluso que haya un sonido en un oído y otro distinto en el otro.

Pueden estar provocados por un tapón de cera o por el síndrome de Ménière (que conlleva una inflamación del oído interno), pero en la mayoría de los casos se desconocen las causas. Afectan al 3% de la población de forma permanente y un tercio lo sufre ocasionalmente, “por haber sometido al nervio auditivo a una situación de estrés (petardos, el ruido de una fábrica o un concierto) y esté fatigado”, añade el experto.

Cuando se convierte en crónico, puede provocar trastornos psicológicos de ansiedad o estrés, porque siempre está ahí. Aunque no se puede corregir con cirugía (“el problema se encuentra en una zona del área temporal del cerebro que no sabemos exactamente cuál es”), se puede reducir con tratamientos a base de melatonina o usando enmascaradores, “aparatos que producen otro ruido y anula el que les obsesiona”. También existen técnicas que ayudan al enfermo a convivir con ese sonido constante.

Síndrome de la cabeza explosiva

Puede producirse mientras se alcanza el sueño o al despertar. "Las personas que lo padecen lo describen como el sonido de una explosión en la cabeza", explican los autores de un estudio publicado en el Journal of Neurology, Neurosurgery, and Psychiatry.

“Es un trastorno de sueño. Es un síndrome raro y no podemos decirles mucho, ni darles un tratamiento para que desaparezca. Se habla de mecanismos musculares, pero no están claros los motivos por los que se produce", se lamenta la doctora Merino.

En cualquier caso, “hay que tranquilizar al paciente porque no es nada malo”. Lo único que puede hacese es estabilizar el sueño, opina. Las dificultades para descansar adecuadamente dependen de las circunstancias de cada uno, pero, por ejemplo, tener un buen colchón, moderar el consumo de cafeína, hacer deporte o no usar dispositivos electrónicos en la cama son algunas de las recomendaciones de los expertos para propiciar un mejor descanso

Artículo original de EL PAIS: http://elpais.com

Diez cosas que deberías saber sobre el cerebro


En esta oportunidad te proponemos conocer diez particularidades de nuestro cerebro que tal vez no lo sabías y que que seguramente te sorprenderán.

1. Si colocáramos todas las neuronas de un cerebro adulto (100.000 millones) en fila india ocuparían aproximadamente 1.000 kilómetros.


2. El cerebro humano pesa 1.400 gramos, y en torno al 25% de las calorías que consumimos a diario van destinadas a "alimentarlo". El cerebro de la jirafa pesa aproximadamente la mitad, 680 gramos; 420 gramos el de un chimpancé; 6.000 gramos el de un elefante; y sólo 7.6 el de una ardilla.

3. Mientras estamos despiertos nuestro cerebro consume una cantidad de electricidad equivalente a la que se necesitaría para iluminar una bombilla de bajo voltaje (25 vatios).

4. Para reconocer una cara, tu cerebro se fija primero en los ojos de la persona que tienes delante, y después en la forma de la boca y la nariz, según demostraba un reciente estudio realizado en la Universidad de Barcelona (UB).

5. Existe una proteína llamada RGS-14 que incrementa hasta 1.500 veces la memoria visual. Aunque de momento sólo se ha probado en ratas, podría convertirse en una gran aliada para estudiantes de cualquier edad.

6. La esperanza de vida de una neurona del sentido del olfato es de sólo sesenta días. Transcurrido ese tiempo se ve irremediablemente reemplazada por otra nueva. Sin embargo, a pesar de este reciclaje continuo, nuestra memoria para los olores es inmejorable. Lo que es más, el olfato es el sentido con más capacidad de despertar recuerdos dormidos.

7. La clave de los prejuicios también está en nuestro cerebro. Mahzarin Banaji y su compañero Jason Mitchell, dela Universidad de Harvard, compararon hace unos años la actividad neuronal de distintos sujetos mientras pensaban en personas de diferente e igual ideología política y detectaron que se activan áreas cerebrales distintas.

Mientras pensar en las personas que nos son afines pone en marcha el área ventral de la corteza medial prefrontal, la zona dorsal se activa cuando pensamos en quienes tienen opiniones distintas a las nuestras.


8. Llevar una dieta mediterránea, es decir, con mucho aceite de oliva, cereales integrales, pescado y fruta, podría proteger al cerebro de sufrir lesiones que están relacionadas con pequeños infartos cerebrales, según ha demostrado recientemente Nikolaos Scarmeas, de la Universidad de Columbia (EE.UU.). Scarmeas también ha comprobado que esta dieta reduce el riesgo de enfermedad de Alzheimer.

9. El científico Henry Markram, director del Blue Brain Project (BBP), asegura que podremos construir una réplica artificial del cerebro humano en un plazo de 10 años. 

Además de ayudarnos a comprender los mecanismos del cerebro, el proyecto podría pistas nuevas para entender mejor los trastornos mentales y desarrollar nuevos tratamientos.

10. El cerebro adulto continúa generando neuronas durante toda la vida. El proceso se conoce como neurogénesis, y ocurre principalmente en el hipocampo, una región cerebral vinculada a la memoria y el aprendizaje. Hacer ejercicio físico aeróbico, por ejemplo practicar footing, estimula la neurogénesis.

Fuente: muyinteresante.es, imagen de fotolia

La contaminación acústica también deja sordos a pulpos y calamares

Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), ha desarrollado un estudio por el cual demuestra que el sonido de baja frecuencia, producido a gran escala por las actividades humanas en alta mar, provoca lesiones severas en las estructuras auditivas de los cefalópodos como sepias, calamares y pulpos.

El resultado de esta investigación se publica en la última edición de la revista Frontiers in Ecology and the Environment, de la Sociedad Americana de Ecología.


En el estudio, el equipo de investigadores del LAB, dirigido por Michel André, expuso a 87 cefalópodos de cuatro especies diferentes (Loligo vulgaris, Sepia officinalis, Octopus vulgaris e Illex coindeti), a sonidos de baja frecuencia, de entre 50 y 400 hertz.

Los investigadores analizaron los estatocistos de los animales, es decir, las estructuras con forma de globo que ayudan a los invertebrados a mantener el equilibrio y la posición. 

Estos órganos, que están llenos de líquido, son similares a los aparatos vestibulares de los mamíferos y, como se demuestra en este estudio, son importantes en la percepción de sonidos de baja frecuencia en los cefalópodos.

Y encontraron que, inmediatamente después de la exposición a la baja frecuencia de sonido, tenían dañadas las células ciliadas de los estatocistos, que son células sensoriales del sistema auditivo de estos animales. 

Con el tiempo, las fibras nerviosas se inflamaban y aparecían agujeros. Estas lesiones eran más graves a medida que pasaba el tiempo desde la exposición a los sonidos. Así pues, el daño en los cefalópodos aparecía justo después de la exposición de baja intensidad a los sonidos de baja frecuencia y todos los animales expuestos a los sonidos mostraron evidencias de trauma acústico.

Tal y como explica Michel André, si la corta exposición a la cual se sometieron a los animales les ha provocado un trauma acústico severo, el impacto de la contaminación acústica de alta intensidad de forma continua puede ser considerable. 

De esta manera, si el estatocisto es el responsable del equilibrio y la orientación espacial de los cefalópodos, el daño provocado por el sonido en este órgano probablemente afectará a sus habilidades para cazar, evadir depredadores y incluso reproducirse.


En otras palabras, como afirma André, no les permitiría sobrevivir. Como demuestran anteriores estudios del grupo de investigación liderado por Michel André, la contaminación acústica en los océanos provoca un impacto relevante en los delfines y las ballenas porque utilizan la información acústica para sobrevivir. Sin embargo, este estudio es el primer análisis que demuestra el impacto severo en los invertebrados.

Fuente: muyinteresante.es