El control atencional se refiere a la habilidad para derivar la atención de un estímulo a otro a voluntad, usando el autocontrol. El paciente debe aprender en principio que la atención puede ser controlada voluntariamente incluso ante estímulos intensos. De igual modo, debe ser consciente del papel que juega la atención en la percepción.
En la medida en que el sujeto focaliza la atención en un estímulo concreto, ya sea éste externo o interno, el umbral perceptivo ante el mismo baja, de forma que será capaz de percibirlo incluso cuando su intensidad sea mínima. Para ello, el terapeuta se basa en diferentes ejemplos cotidianos y hace valer los datos disponibles en numerosas publicaciones en los que se pone de manifiesto la ausencia de relación entre la intensidad del acúfeno y el malestar que genera.
En este sentido, es muy útil en la presentación de las bases que sustentan la aplicación de esta técnica, el solicitar al paciente que describa estas situaciones en las que desarrolla actividades que requieren cierto grado de atención, como pueden ser, estar viendo un partido de fútbol de su interés, trabajar en el ordenador o navegar por internet, ver su programa favorito de televisión, o dedicado a aquellos aspectos de su trabajo que requieren concentración.
Cada una de estas actividades, que deben concretarse para cada paciente, requiere para su desarrollo de un nivel de atención que compite con la que normalmente se dedica al acúfeno, en detrimento de este, lo que permite que mientras se están realizando, la percepción del acúfeno disminuya. Con esta misma idea, suele ser útil realizar un autoregistro en el que consten los diferentes momentos del día, las tareas o actividades realizadas y la intensidad o molestia del acúfeno (valorados de 0 a 10) en cada momento.
En la parte central de la terapia, el terapeuta debe animar al paciente a que centre su atención y describa en detalle diferente tipo de estimulación, tal como un ruido continuo presente de la habitación o procedente del exterior, las sensaciones producidas por la saliva al pasar por la garganta, o las que produce la presión de la silla sobre su cuerpo por efecto de la gravedad mientras permanece sentado.
Es importante que el paciente describa tanto estímulos externos como internos y de varias modalidades sensoriales, de igual modo que realice descripciones detalladas en las que refleje aspectos del estímulo como intensidad, frecuencia, duración, sensaciones que transmite, etc.
Si bien la puesta en práctica de estos ejercicios puede suponer una novedad en la experiencia del sujeto, la mayoría de los pacientes con acúfenos ya han establecido previamente esta relación entre la atención y la percepción, al apreciar como el acúfeno puede estar más presente o ser valorado como más intenso o molesto, en aquellos momentos en los que no está inmerso en tareas que requieren una atención mantenida, esto es, cuando tienen tiempo libre o están realizando actividades que no exigen mantener la atención de forma sostenida, tal y como se ha descrito con anterioridad.
Tras esta fase, el paciente debe aprender en sesión a desviar la atención del acúfeno a otros estímulos presentes y viceversa, bajo la dirección del terapeuta que guiará el proceso. Este tipo de ejercicio se realiza hasta que el paciente se familiarice con la técnica e incremente el grado de control voluntario sobre su atención.
Para ello, se concretan una serie de tareas para realizar en casa, en las que debe quedar claro el momento más apropiado para practicar, el tipo de estímulos a los que deberá atender y el tiempo que dedicará a ello (normalmente sesiones de no más de 20 minutos).
La parte que resta de la terapia se centra en el seguimiento de los ejercicios, refuerzo de logros, valoración de la práctica y solución de problemas en relación a la misma o específicos de situaciones concretas planteadas por el paciente. Al igual que otros procedimientos descritos, suele verse dentro de tratamientos más amplios, estando claramente justificada su aplicación dado el papel de la atención en la complicación del acúfeno.
Fuente: Ponencia Oficial XXIV Congreso de la Sociedad Andaluza de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-Facial, Acúfenos como señal de malestar