En cualquier caso, todos los modelos explicativos de la generación y mantenimiento del acúfeno otorgan un papel relevante a la activación del SNA-sistema nervioso autónomo que provoca la ansiedad.
Como en otros problemas psicológicos que cursan con ansiedad, la incorporación de técnicas de relajación como respuesta incompatible con esta, ha sido un hecho desde los primeros abordajes psicológicos del acúfeno. Con la aplicación de estas técnicas se pretende dotar al paciente de una respuesta antagónica a la ansiedad como es la relajación, a través del aprendizaje de la misma.
Ya a principios del siglo pasado Cannon comenzó a estudiar lo que llamó respuesta de lucha o huída, cuya topografía incluía cambios fisiológicos provocados por el SNA simpático, tales como incremento de la tasa cardiaca y presión sanguínea, disminución del flujo sanguíneo a la piel y vísceras, sudoración, dilatación pupilar, disminución de la secreción salivar y funciones digestivas, etc.
Posteriormente Selye introduce el concepto de estrés y describe el síndrome general de adaptación, poniendo énfasis en los cambios producidos en el organismo a nivel hormonal. Esta respuesta de activación del organismo, a la que se han añadido posteriormente elementos cognitivos y conductuales, tiene, como sabemos, una función adaptativa, al preparar al sujeto para responder a la situación de amenaza o peligro, relacionada con el instinto de conservación o supervivencia.
Naturalmente, el problema surge cuando la frecuencia o la intensidad de esta respuesta resulta excesiva en relación al riesgo real, o cuando se desencadena ante situaciones que no requieren tal reacción, aspectos ambos que aparecen en el inicio y mantenimiento del acúfeno clínicamente significativo, al igual que en otros trastornos como fobias o ansiedad generalizada.
La relación entre el acúfeno y la ansiedad, que provocaría el mantenimiento y exacerbación de éste y su entidad clínica, puede ser explicada atendiendo a los principios de las teorías psicológicas sobre percepción y aprendizaje que, en cierta forma, han sido recogidas por el modelo neurofisiológico.
Teniendo esto en cuenta, cualquier concepción de la respuesta de relajación como antagonista de la ansiedad, debe hacer referencia, no solo a los aspectos fisiológicos (patrón reducido de actividad autónoma), como también a sus componentes cognitivos (pensamientos de tranquilidad y sosiego) y conductuales (estado de quiescencia motora), al mismo tiempo que a la relación e influencia recíproca entre ellos.
Los procedimientos para el aprendizaje de la respuesta de relajación son variados y diferentes, aunque comparten el objetivo y el contexto adecuado para su desarrollo.
De ellos, los más conocidos son el Entrenamiento Autógeno de Schultz , la Técnica de Relajación y Meditación de Benson y la más aplicada en la mayoría de los protocolos de tratamiento, en la que nos detendremos, el Método de Relajación Progresiva de Jacobson. Edmund Jacobson (1888-1983) fue el precursor de la “relajación científica” y sentó las bases de la electromiografía moderna.
Concebía la relajación como ausencia de tensión muscular en contraposición a la tensión o presencia de actividad eléctrica en los músculos. Para conseguir el estado de relajación muscular el sujeto debe realizar una serie de ejercicios cuyo primer objetivo es el aprendizaje de la discriminación entre las sensaciones de tensión y relajación de los músculos principales del cuerpo.
El procedimiento utilizado está muy estructurado y se realiza en 71 pasos que implican a grupos musculares, comenzando normalmente por el brazo dominante y finalizando por los músculos relacionados con los ojos, lengua y aparato fonatorio.
En cada uno de los pasos se dedica un tiempo a tensar y se centra la atención del sujeto en las sensaciones desagradables que provoca la tensión, siguiendo, a continuación, con la observación de las sensaciones placenteras que genera en el músculo la ausencia de tensión.
Todo este procedimiento se realiza en la consulta en un ambiente propicio que favorezca la relajación y bajo la guía del terapeuta. Aunque este método está considerado como el más completo procedimiento de relajación, su aprendizaje, tal y como fue diseñado por Jacobson, requiere un número importante de sesiones, lo que hace que sea lento y complejo de aplicar en la práctica clínica.
Debido a ello, han surgido adaptaciones del mismo que simplifican su aplicación con buenos resultados, como son la iniciada por Wolpe, la realizada por Cautela y Groden, o la de Bernstein y Borkovec, siendo esta última la que más repercusión ha tenido. La efectividad de la relajación ha sido ampliamente demostrada para el tratamiento del acúfeno, concibiéndose como un elemento imprescindible dentro de los diferentes tratamientos diseñados.
La práctica de la relajación como única forma de tratamiento en pacientes con acúfenos ha resultado igualmente efectiva [Ireland y Wilson, 1985: Davies et al., 1995; Dineen et al., 1997; Hesse et al., 2001], repercutiendo, entre otros, en la mejora de parámetros inmunológicos y psicométricos [Weber et al., 2002]. Igualmente, se ha demostrado la influencia de la relajación progresiva en la modulación del acúfeno, mediante la contracción y relajación aislada de la musculatura de la cabeza y cuello [Sánchez et al., 2002].
Fuente: Ponencia Oficial XXIV Congreso de la Sociedad Andaluza de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-Facial, Acúfenos como señal de malestar