A los daños a los que estamos acostumbrados, como los ruidos de ciudad se han unido los de los cascos o dispositivos móviles, pero la vida moderna provoca un daño permanente en la audición de muchos adultos que ni siquiera sospechan que han experimentado una pérdida. Un nuevo estudio sobre animales revela daños ocultos que aún no eran conocidos.
Quedarse sordo es un problema que tiene ciertos componentes genéticos, pero tiene mucha más influencia del entorno del que a veces queremos reconocer. La vida, tal y como la conocemos hoy puede no haber revelado todos sus posibles efectos en un futuro porque, sencillamente, aún no hemos crecido lo suficiente para darnos cuenta.
La exposición al ruido es la principal causa de pérdida auditiva prevenible en todo el mundo. En concreto, representa más de un tercio de todos los casos de pérdida en los países desarrollados y los que habitan en la ciudad son los que viven con más riesgos. Recientemente, un estudio publicado en The Lancet reveló que vivir en una metrópolis más o menos ruidosa aumentaría el riesgo de daño auditivo hasta en un 64%.
Para introducirnos en el tema, seguramente conocerás que el ruido se mide en decibelios (dB). En esta escala, cero decibelios es un silencio casi completo: lo más silencioso que alguien con una audición perfectamente sana puede realmente oír, por encima del silencio absoluto que serían -9dB.
Cuando hablamos dos personas, los niveles estarían alrededor de 60dB, y cuando elevamos la voz para ser escuchados apenas pasaría por encima de 87dB. Todas las recomendaciones actuales suponen que la exposición prolongada a cualquier ruido por encima de 85dB, sin una protección auditiva adecuada, es potencialmente dañina.
Las principales áreas que estamos acostumbrados a tratar son el ruido en el trabajo, como una obra de construcción, en las que se puede llegar hasta 96dB, o la vida de ocio como los festivales de música o discotecas, que pueden llegar hasta los 110dB. Pero pocas veces tenemos en cuenta algunos ruidos que están presentes, navegando por el ambiente, y no nos damos cuenta de que vivimos constantemente expuestos.
La contaminación acústica como obras de carretera (75-105dB) o bares con ruido, músicos callejeros, coches circulando tienen una media alrededor de 90dB. Es cierto que tenemos normas de salud y seguridad para evitar que daños en el trabajo: a niveles de ruido de 85dB o más la empresa debe facilitar protección auditiva.
Pero en el día a día, las medidas no son aplicables tan fácilmente. Mientras las empresas controlan que los oídos de sus trabajadores no sufran por encima de las normas, los fabricantes de reproductores de mp3 y teléfonos móviles nos permiten superar ese nivel de ruido sin ajustarse a normas de salud ni absorber ninguna responsabilidad.
Por ejemplo, un dispositivo de audio típico produce alrededor de 100dB, y los auriculares especializados aumentan aún más ese dato. Nadie se pondría a trabajar en un nivel de ruido de 100dB, en teoría, las normativas no permitirían más de cinco minutos de exposición por turno. Tras 15 minutos, podrían arriesgarse a sufrir daños graves.
Pero pese a que hace poco se creía que la pérdida auditiva inducida por el ruido se debía a daños en las células sensibles al sonido (que se encuentran en la cóclea, la parte del oído interno que convierte las vibraciones en impulsos eléctricos) ahora hay novedades. Nuevos estudios en animales han mostrado que incluso cantidades relativamente moderadas de exposición al ruido pueden causar daño al nervio auditivo (el nervio que conecta el oído interno con el cerebro).
Las personas con sospecha de pérdida auditiva son examinados por audiólogos, que miden la audición en una prueba sencilla pero que, sin embargo, sólo mide un aspecto del complejo sistema de órganos sintonizados que nos proporcionan la capacidad de escuchar.
El problema es que el daño mencionado anteriormente puede afectar más que a la simple capacidad de oír sonidos normales en un ambiente tranquilo, sino que también puede afectar la capacidad de escuchar cambios sutiles en los sonidos fuertes, lo que se suele hablar de audición supra-umbral o sonidos que están por encima del umbral auditivo.
Este tipo de capacidad es la que necesitamos para entender conversaciones en una sala ruidosa o escuchar a alguien hablar por encima del sonido de una televisión muy alta. Son tipos de pérdidas auditivas no detectables cuando simplemente se mide la capacidad de escuchar un sonido silencioso en una habitación sin ruidos y se conoce como "pérdida auditiva oculta".
En la Universidad de Nottingham se está trabajando en una prueba más objetiva usando resonancias magnéticas para intentar poder detectar la pérdida auditiva oculta escaneando las partes del sistema auditivo que conectan el oído con el cerebro. Estas áreas son responsables de procesar todos los sonidos y dicho procesamiento puede cambiar una vez que la capacidad de audición de alguien ha sido dañada por la exposición al ruido.
Detectar esos cambios nos acercaría a ser capaces de diagnosticar problemas auditivos con anterioridad y mejorar la protección auditiva personalizada. Muchas personas que sufren pérdidas (ocultas o no) también pueden experimentan la aparición de sonidos "fantasmas" como ruidos estáticos, en un síntoma llamado tinnitus.
Otro síntoma es la reducción de la tolerancia de los sonidos comunes o hiperacusia que pueden derivar incluso en depresión o sensación de aislamiento. La pérdida auditiva oculta, el tinnitus y la hipersensibilidad llevan a una reducción en la calidad de vida y llevan a una pérdida auditiva más severa en la vejez. El escáner de resonancia magnética puede prever quién está más en riesgo y actuar más pronto para prevenir
Fuente: http://www.gonzoo.com