La contaminación acústica, un enemigo “silencioso”

Actualmente 360 millones de personas en todo el mundo sufren pérdida de moderada a grave de la audición por diversas causas, una de ellas es el “ruido”.

De los datos de estudios realizados en países de ingresos medianos y altos por la OMS se desprende que casi el 50% de los adolescentes y jóvenes de 12 a 35 años están expuestos a niveles perjudiciales de ruido por el uso de aparatos de audio personales y que alrededor del 40% están expuestos a niveles de ruido potencialmente nocivos en lugares de ocio.


Un nivel perjudicial de ruido puede ser, por ejemplo, la exposición a más de 85 decibelios (dB) durante ocho horas o 100 dB durante 15 minutos. Se suele llamar “ruido” a todo sonido desagradable o no deseado para quien lo escucha, aunque esto siempre dependerá de la sensibilidad de cada persona. Sin embargo a partir de un cierto volumen todas las personas se sienten molestas.

Este tipo de contaminación es contradictoriamente un enemigo “silencioso”, ya que estamos acostumbrados a identificar la contaminación del agua, del aire, la generada por los residuos, pero cuando hablamos de ruido, pareciera que la sociedad no lo considera como una causa de contaminación, incluso lo integramos a nuestras vidas.

La contaminación acústica presenta unas características concretas que lo diferencian de otros contaminantes: Es el contaminante más barato de producir y necesita muy poca energía para ser emitido; Es complejo de medir y cuantificar; No deja residuos, no tiene un efecto acumulativo en el medio, pero si puede tener un efecto acumulativo en el hombre. 

Tiene un radio de acción mucho menor que otros contaminantes, es decir, se localiza en espacios muy concretos; No se traslada a través de los sistemas naturales, Se percibe sólo por un sentido: el oído, lo cual hace subestimar su efecto.

En los centros de espectáculos masivos, estadios, teatros, cines, la contaminación por ruido se acepta como parte de la diversión, sin embargo, si nuestro vecino sea el mismo centro de espectáculos, salones de fiestas o casa particular, mantiene altos niveles de ruido es cuando nos percatamos de la alta contaminación que genera este “enemigo silencioso”, por cierto el 89% de los mayores reclamos a las autoridades en diversos estados son los relacionados con la contaminación por ruido generadas entre vecinos de zonas habitacionales.

La OMS recomienda que el nivel más alto permisible de exposición al ruido en el lugar de trabajo sea de 85 dB durante un máximo de 8 horas al día. Muchos clientes de clubes nocturnos, bares y eventos deportivos están con frecuencia expuestos a niveles incluso más altos de ruido, y por lo tanto deberían reducir considerablemente la duración de la exposición.

Por ejemplo, la exposición a niveles de ruido de 100 dB, que es la normal en esos lugares, es segura durante un máximo de 15 minutos. Algunas reacciones fisiológicas y psicológicas que surgen como consecuencia de sonidos excesivamente altos tienen su origen en el deseo natural de autoprotección.

Los animales silvestres reaccionan a sonidos con un estado de alarma, por lo que están más atentos a posibles riesgos. Se despiertan, se esconden o se enfrentan a la causa del ruido y el cuerpo reacciona inmediatamente con la secreción de adrenalina. El hombre no es una excepción, por tanto el ruido provoca en él de forma instintiva las mismas reacciones aunque con frecuencias moduladas o inhibidas por la voluntad, lo que incrementa el nivel de estrés.

La contaminación auditiva impacta en diversos temas, uno de ellos son las finanzas pública ya que las autoridades deben invertir recursos para atender a las enfermedades relacionadas con el ruido como malestar y estrés; trastornos del sueño; pérdida de atención; dificultad de comunicación; pérdida de oído; afecciones cardiovasculares o bien a la economía individual ya que la contaminación por ruido impacta en baja productividad; accidentes laborales; pérdida de valor de los inmuebles; ciudades inhóspitas; retraso económico o bien en las relaciones sociales como retraso escolar; conductas agresivas; dificultad de convivencia, revalorando la importancia de su impacto en nuestro medio ambiente.

Padres, profesores y médicos pueden educar a la juventud sobre lo que significa una audición responsable y segura, mientras que los responsables de lugares de esparcimiento pueden respetar los niveles sonoros seguros establecidos para sus locales, utilizar limitadores del sonido y ofrecer tapones para los oídos y salas de relajación a sus clientes.

Los fabricantes pueden diseñar aparatos de audio personales con características de seguridad y exponer información sobre los niveles sonoros seguros en los productos y sus envases. 


 Un consejo, “presta oído a lo que escuchas” y mantente en la línea del ruido permisible y sano, recuerda que la exposición segura a los sonidos depende de su intensidad o volumen, así como de su duración y frecuencia. La exposición a sonidos fuertes puede desembocar en una pérdida de audición temporal o en acúfenos (sensación de zumbido en los oídos).

Cuando se trata de sonidos muy fuertes o la exposición se produce con regularidad o de forma prolongada, las células sensoriales pueden verse dañadas permanentemente, lo que ocasiona una pérdida irreversible de audición.

Fuente: Artículo original de alternativo.mx