“Un beso en la oreja, de esos que hacen tanta gracia, puede provocar un acúfeno”Así lo advierte el Dr. Martínez-Monche, impulsor de un tratamiento con radiofrecuencias para los molestos "pitidos"auditivos que sufren los pacientes
Que en la Edad Media un individuo alegara notar pitidos en el oído y acto seguido buscara ratones inexistentes por su habitación al creer que los roedores son el origen de los pitidos probablemente hubiera sido motivo suficiente para ser enviado a la hoguera bajo la acusación de estar endemoniado o de practicar insólitos actos de brujería.
Por suerte, hoy en día la ciencia ha logrado explicar esa clase de comportamientos y se sabe que quien padece tales molestias auditivas es un enfermo de acúfenos, un trastorno que llega a ser desesperante. El hipotético caso de la Edad Media es un caso real de la actualidad, aunque sin hoguera, claro: se trata de una persona con acúfenos que buscaba desesperadamente, y sin éxito, ratones en su habitación creyendo que los animales eran los responsables de los ruidos que su oído percibía.
En otro caso real de la actualidad, un paciente se mudó de domicilio al confundir los pitidos en su oído con insistentes interferencias generadas desde el exterior. De acúfenos sabe, y mucho, el doctor Gonzalo Martínez-Monche, fundador y director del Centro Terapéutico de Acúfenos Ototech (Barcelona), quien advierte muy seriamente sobre los riesgos asociados a determinadas muestras de cariño:
Un solo beso de esos "sonoritos" en la oreja, de esos que hacen tanta gracia, puede provocar un acúfeno”.
Ya lo saben, los besos, alejados de las orejas.
Los acúfenos (o tinnitus) son un síntoma que denota una mala función del oído y que, cuando son muy intensos pueden alterar mucho la vida del individuo que los padece, tanto la suya como la de sus familias”, asegura Martínez-Monche.
El acúfeno se manifiesta porque se registra una disfunción en la cóclea, que es el órgano que transforma el estímulo acústico, el sonido, en electricidad. Cuando la cóclea funciona defectuosamente puede causar un déficit auditivo (una hipoacusia) y también puede generar sonidos sin que se haya recibido ningún estímulo externo.
Los acúfenos pueden llegar a ser insoportables: “Hay mucha gente que se desespera hasta niveles dramáticos”, comenta el especialista.
“El oído es un órgano neurosensorial ultrasensible”
Según Martínez-Monche, “dado que los acúfenos denotan una mala función del oído interno,
¿qué tenemos que hacer?
Cuidar el oído interno.
¿Cómo?
Evitando la exposición a sonidos intensos (música, cascos del tipo auriculares); evitar la exposición a cambios violentos de presión (bucear cuando uno está resfriado o tirarse en paracaídas cuando uno está resfriado); evitar ciertos fármacos como la aspirina, indometacina, algunos fármacos antimaláricos, algunos antibióticos… y evitar prácticas que de vez en cuando suceden de forma accidental, como recibir un beso en el oído”.
De hecho, “cosas tan tontas como el típico beso que se recibe en la oreja, te puede dejar un acúfeno de por vida”, advierte el doctor, quien precisa que no hace falta que haya una acumulación repetida de besos para que se genere dicho trastorno auditivo. “Hay que tener en cuenta, señala el experto, que el oído es un órgano neurosensorial ultrasensible y que, aunque nosotros no lo veamos, está muy expuesto al exterior.
Cualquier agresión que pueda padecer la sufre muy en primera persona”. Una seria advertencia teniendo en cuenta que, todos o casi todos, hemos recibido alguna vez un beso en la oreja.
Fuente: farmacosalud.com