Lo que todavía no se sabe exactamente es cómo y por qué nacen esas nuevas células nerviosas. Un artículo que acaba de ser publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences revisa las últimas investigaciones al respecto, realizadas con ratones de laboratorio. “Las nuevas neuronas pueden ajustar finamente el hipocampo a los cambios del entorno”, ha resumido Maya Opendak, de la Universidad Princeton y coautora del informe.
Lo que está cada vez más claro es que las experiencias estresantes, como la falta de sueño, el rechazo social o la exposición a los olores de depredadores, disminuyen el crecimiento de células nerviosas en el cerebro de los mamíferos.
Y al contrario, las vivencias agradables, como el apareamiento o el ejercicio físico, estimulan la neurogénesis. En el primer caso, los individuos llegan a manifestar trastornos cognitivos, como dificultades para recordar o aprender a moverse por diferentes entornos.
Por otro lado, los científicos aún discrepan sobre el ritmo de producción de las nuevas neuronas: ¿nacen solo bajo circunstancias específicas o son fabricadas continuamente por si son necesarias en el futuro?
Otro asunto peliagudo es su función adaptativa. En realidad, el freno a la neurogénesis por el estrés incrementa las opciones de supervivencia, ya que se inhibe la conducta exploratoria en aras de la seguridad del individuo.
Por su parte, el aumento de número de células nerviosas por gratificación reduciría la ansiedad y mejoraría la capacidad de aprendizaje y exploración, factores imprescindibles para alcanzar el éxito reproductivo.
Sin embargo, cuando los niveles de tensión emocional son demasiado elevados y continuados, se produce una respuesta contraproducente: el “parón” de la fábrica de neuronas puede producir trastornos de ansiedad y depresión.
Otro hallazgo de los experimentos es que los ratones con mayor estatus social producen más células nerviosas que los subordinados, lo que puede ser extrapolado a las relaciones sociales entre humanos.
Fuente: muyinteresante.es, 05 de enero de 2016