Un ejemplo de ello son los canes, quienes al escuchar un sonido dirigen inmediatamente las orejas hacia la fuente sonora debido a la capacidad que tienen sus músculos especializados para ello, mismos que el hombre tiene pero funcionalmente menos desarrollados, y que le hace distinguir sonidos a gran distancia.
Lo mismo sucede con las frecuencias que captan, cuya gama es superior y por ello los silbatos que se utilizan para llamarlos no son percibidos por el hombre. La capacidad auditiva humana varía de 20 Hertz a 21,000 Hertz (20 KHz) y puede escuchar a partir de los 0 decibeles (dB= décima parte de un Bell; unidad de intensidad), hasta niveles tan altos como los 120 dB, donde evidentemente se verificará un daño en el órgano de la audición: la cóclea (el caracol), que se encuentra contenido en el oído interno.
Así, los sonidos intensos y estridentes que rebasan entre 90 y 110 dB, por arriba del umbral auditivo (nivel de percepción) de cada persona, propiciará este daño que se llama trauma acústico.
Los automotores con escape abierto, motocicletas ruidosas, bocinazos cotidianos, el cine a alto volumen, discotecas, las mega bocinas de los autos que van con música fuerte (tanto que hasta se mueven los coches, incluso los que van junto), los auriculares que son tan utilizados por nuestra actual juventud, entre muchos otros ejemplos, pueden lastimar seriamente nuestra audición.
Mucho se ha estudiado con respecto a este fenómeno y se ha encontrado cierto mecanismo de protección que resulta ser intencionalmente protector, sin conseguirlo del todo. Cuando un sonido fuerte llega a nuestro oído y rebasa esos niveles, dos fenómenos “protectores” se verifican.
Mucho se ha estudiado con respecto a este fenómeno y se ha encontrado cierto mecanismo de protección que resulta ser intencionalmente protector, sin conseguirlo del todo. Cuando un sonido fuerte llega a nuestro oído y rebasa esos niveles, dos fenómenos “protectores” se verifican.
Uno es la contracción de los diminutos músculos que se encuentran dentro de la caja del tímpano, particularmente el músculo del estribo (huesecillo en contacto con el oído interno), que al fijar la cadena oscicular, tratan de impedir el paso del sonido. Lamentablemente, cuando sucede tal efecto, el daño ya ha ocurrido.
El otro mecanismo es que a nivel del caracol (cóclea), que equivale a un transistor, unas neuronas bloquean de forma especial y particular a otras que son las que transmitirán el sonido. Mucho de ello explica por qué cuando estamos expuestos a un ruido intenso el resultado es un zumbido (acúfeno) que puede durar horas, días o años. Cuando se pierde la audición resulta una tragedia.
Por desgracia, poco hacemos caso de las precauciones que debemos para proteger nuestra audición. Cualquier tiempo es bueno para actuar en pro de nuestra salud.
Fuente: yucatan.com.mx
El otro mecanismo es que a nivel del caracol (cóclea), que equivale a un transistor, unas neuronas bloquean de forma especial y particular a otras que son las que transmitirán el sonido. Mucho de ello explica por qué cuando estamos expuestos a un ruido intenso el resultado es un zumbido (acúfeno) que puede durar horas, días o años. Cuando se pierde la audición resulta una tragedia.
Por desgracia, poco hacemos caso de las precauciones que debemos para proteger nuestra audición. Cualquier tiempo es bueno para actuar en pro de nuestra salud.
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