Nada es gratuito en este mundo, y el precio que hoy no pagamos nos obliga a firmar una hipoteca a futuro. La tecnología nos ofrece alternativas para pasar momentos de nuestra vida desconectados del “mundanal ruido”, pero sin concientizarnos que esa evasión puede perjudicarnos más que el murmullo de fondo.
Así es que antes de los cuarenta años empiezan los “acúfenos o tinnitus” (fenómeno perceptivo que consiste en notar golpes o sonidos en el oído, que no proceden de ninguna fuente externa), y a partir de ese momento, el futuro auditivo es incierto.
El dr. Aldo Yanco, Jefe de Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Municipal Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, Argentina, nos explica el peligro a que nuestra audición está expuesta día a día:
El sonido puede provocar dos tipos de daño auditivo:
Trauma acústico: pérdida de audición inmediata como resultado a la exposición a un sonido de escasa duración pero de alta intensidad (armas de fuego, explosiones) que daña las estructuras del oído interno.
Daño de la audición inducido por ruido: es una pérdida gradual de la audición que resulta de la exposición crónica a ruidos intensos.
Las alteraciones otológicas que abarca el daño auditivo inducido por ruido son: hipoacusia perceptiva, acúfenos, hiperacusia, fonofobia, vértigo y trastornos del equilibrio.
Quizá sea un buen momento para tomar conciencia, cuidar nuestra audición para prevenir un futuro en silencio. Si el nivel de ruido supera en más de 10 dBA al de referencia, se considera molesto, y hoy estamos expuestos a más decibeles, sin ir más lejos, en el hogar tenemos permanentemente entre 50 a 80 dBA y los juguetes de los niños emiten de 79 a 140 dB, nos preguntamos si ese desagradable destino de silencio no depende exclusivamente de nosotros.
Al respecto, el dr. Yanco nos dice que “es importante mejorar la información, ya que en las últimas tres décadas se ha visto incrementada la discapacidad auditiva en adolescentes”.Y aunque la ciencia no lo diga con todas las letras, es imposible no relacionarlo con la aparición del walkman, y el volumen desmesurado de las discotecas. La contaminación acústica, no solo causa daño en nuestros oídos, hay perjuicios indirectos que puede costarnos inclusive la vida: aumento en la vasoconstricción, en la frecuencia cardíaca y la presión arterial, e inclusive problemas del desarrollo cognitivo en la edad escolar.
Los ruidos del ambiente en general (transporte, automóviles etc.) no podemos disminuirlos, pero sí lo que depende de nosotros. Que el acto de escuchar música sea un placer y no un vehículo para evadirnos. Cuidar nuestro entorno, es la manera de tener un futuro con sonidos amigables y no en silencio.
Fuente: sediceciencia.com